La editora Beatriz de Moura ofrece un remedio para la sobreproducción
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
EL PAÍS 02/08/2007
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
EL PAÍS 02/08/2007
El último gran fenómeno en la industria del libro en España no tiene un nombre, tiene doscientos. Desde hace cinco años, la continua aparición de pequeñas editoriales ha insuflado un halo de optimismo al universo de la letra impresa, amenazado por la galaxia digital. A ese grupo de resistentes pertenece Javier Santillán, que decidió aparcar su fulgurante carrera de economista en el Banco de España para fundar la editorial Gadir. Santillán trabajó en Francfort durante los años en los que el Instituto Monetario Europeo estaba cocinando el euro: "Para un economista, el lugar más emocionante en el momento más emocionante", recuerda. De hecho, a su pluma se deben algunos de los papeles con los que la prensa financiera mundial puso cara y ojos a la nueva moneda.
Un buen día decidió cambiar los números por las letras, vendió su casa y bautizó la editorial con el nombre fenicio de Cádiz, ciudad a la que se escapa cada vez que puede. ¿Sus armas? "La pasión de un lector voraz, el hueco que dejan para la literatura las multinacionales de la edición y el ejemplo de sellos como Anagrama y Tusquets, nacidos con un espíritu parecido". Santillán, que emplea a cuatro personas, lo dice mientras conversa con Beatriz de Moura en la sede de su editorial, Tusquets, una maravillosa casa en la parte alta de Barcelona en la que se afanan 21 trabajadores, a los que hay que sumar los de las filiales de México y Argentina.
En el jardín hay una pelota despistada, y Beatriz de Moura recuerda sus años de portera en Brasil y su pasión por un escritor futbolero, Albert Camus, "que preside todas mis iniciativas, mi vida", y al que tiene en un catálogo que empezó a gestarse con 165.000 pesetas de las de 1968 y en el que el best seller absoluto es Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez. "¿Cuántos hemos vendido? No sé, he perdido la cuenta, millones, reimprimiendo siempre la edición original. Gabo no quiere que se toque esta edición". Ese reportaje que el Nobel colombiano puso en manos de su amiga en 1972 fue durante mucho tiempo -"con Woody Allen y Groucho Marx, qué buen trío"- el colchón que permitió a De Moura levantar una editorial cuya consagración definitiva llegó en 1984. Ese año, su marido y socio, Antonio López Lamadrid, la animó a dar un salto mortal: pagar un adelanto desacostumbrado por la novela de una escritora francesa. El amante fue un éxito, y la relación con Marguerite Duras sólo se rompió con la muerte de la narradora: "Una vez fuimos a cenar con ella", recuerda la editora, "y se empeñó en que nosotros tomáramos vino. Ella acababa de salir de un tratamiento contra el alcoholismo y quería demostrar que estaba curada. No sé si se puede decir que fuimos amigos. Era difícil comunicarse con ella. Como todos los alcohólicos, era de silencios eternos".
Duras, con Milan Kundera, Almudena Grandes o Javier Cercas, forma parte de un proyecto que, como apunta Javier Santillán, "ha conseguido lo que pretende todo editor: que la gente compre un libro, aunque no conozca al escritor, sólo porque aparece en un sello determinado". Gadir todavía está lejos de las cifras de Tusquets, pero ya cuenta con su pequeño éxito internacional, Dino Buzzati. Santillán está empeñado en publicar toda la obra del autor de El desierto de los tártaros. Suyo era el primer título de Gadir, El secreto del bosque viejo, que lleva vendidos 10.000 ejemplares.
Viejos o nuevos, el gran problema para todos los editores se resume en una palabra que les cambia la cara cuando salta a la mesa: distribución. "Es que ésta es la única industria que fabrica un producto que se devuelve", reflexiona Beatriz de Moura. "Que se devuelve, y mucho", continúa Santillán, que, formado en el racionalismo de la economía, considera que el mundo del libro en España es surrealista: "La sobreproducción de títulos no se entiende. Normalmente, si hay un exceso, los mercados se regulan. Pero a las grandes editoriales les interesa la sobreproducción porque aumenta la probabilidad de tener un superventas". En los últimos años, la media de títulos publicados en España es de 60.000. Imposible que todos encuentren un sitio en las librerías. ¿No hay solución? De Moura la intuye en el modelo alemán: "Allí la distribución de libros es similar a la de los productos farmacéuticos. Si éstos pueden llegar a una farmacia, de uno en uno y en 24 horas o menos, ¿por qué un libro no?". Metidos en la harina de las ventas, surge una pregunta capciosa. Sabiendo cómo es, pero sabiendo también todo lo que ha vendido, ¿publicarían ellos El código Da Vinci? Beatriz de Moura responde sin pensárselo: "Nooooo. ¿Por qué? Porque es malísimo. A mí me encanta leer best sellers, pero este best seller es malo". Javier Santillán medita un segundo, duda y responde: "Tal vez lo editaría en un sello paralelo para poder publicar en Gadir lo que quiero".
Un buen día decidió cambiar los números por las letras, vendió su casa y bautizó la editorial con el nombre fenicio de Cádiz, ciudad a la que se escapa cada vez que puede. ¿Sus armas? "La pasión de un lector voraz, el hueco que dejan para la literatura las multinacionales de la edición y el ejemplo de sellos como Anagrama y Tusquets, nacidos con un espíritu parecido". Santillán, que emplea a cuatro personas, lo dice mientras conversa con Beatriz de Moura en la sede de su editorial, Tusquets, una maravillosa casa en la parte alta de Barcelona en la que se afanan 21 trabajadores, a los que hay que sumar los de las filiales de México y Argentina.
En el jardín hay una pelota despistada, y Beatriz de Moura recuerda sus años de portera en Brasil y su pasión por un escritor futbolero, Albert Camus, "que preside todas mis iniciativas, mi vida", y al que tiene en un catálogo que empezó a gestarse con 165.000 pesetas de las de 1968 y en el que el best seller absoluto es Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez. "¿Cuántos hemos vendido? No sé, he perdido la cuenta, millones, reimprimiendo siempre la edición original. Gabo no quiere que se toque esta edición". Ese reportaje que el Nobel colombiano puso en manos de su amiga en 1972 fue durante mucho tiempo -"con Woody Allen y Groucho Marx, qué buen trío"- el colchón que permitió a De Moura levantar una editorial cuya consagración definitiva llegó en 1984. Ese año, su marido y socio, Antonio López Lamadrid, la animó a dar un salto mortal: pagar un adelanto desacostumbrado por la novela de una escritora francesa. El amante fue un éxito, y la relación con Marguerite Duras sólo se rompió con la muerte de la narradora: "Una vez fuimos a cenar con ella", recuerda la editora, "y se empeñó en que nosotros tomáramos vino. Ella acababa de salir de un tratamiento contra el alcoholismo y quería demostrar que estaba curada. No sé si se puede decir que fuimos amigos. Era difícil comunicarse con ella. Como todos los alcohólicos, era de silencios eternos".
Duras, con Milan Kundera, Almudena Grandes o Javier Cercas, forma parte de un proyecto que, como apunta Javier Santillán, "ha conseguido lo que pretende todo editor: que la gente compre un libro, aunque no conozca al escritor, sólo porque aparece en un sello determinado". Gadir todavía está lejos de las cifras de Tusquets, pero ya cuenta con su pequeño éxito internacional, Dino Buzzati. Santillán está empeñado en publicar toda la obra del autor de El desierto de los tártaros. Suyo era el primer título de Gadir, El secreto del bosque viejo, que lleva vendidos 10.000 ejemplares.
Viejos o nuevos, el gran problema para todos los editores se resume en una palabra que les cambia la cara cuando salta a la mesa: distribución. "Es que ésta es la única industria que fabrica un producto que se devuelve", reflexiona Beatriz de Moura. "Que se devuelve, y mucho", continúa Santillán, que, formado en el racionalismo de la economía, considera que el mundo del libro en España es surrealista: "La sobreproducción de títulos no se entiende. Normalmente, si hay un exceso, los mercados se regulan. Pero a las grandes editoriales les interesa la sobreproducción porque aumenta la probabilidad de tener un superventas". En los últimos años, la media de títulos publicados en España es de 60.000. Imposible que todos encuentren un sitio en las librerías. ¿No hay solución? De Moura la intuye en el modelo alemán: "Allí la distribución de libros es similar a la de los productos farmacéuticos. Si éstos pueden llegar a una farmacia, de uno en uno y en 24 horas o menos, ¿por qué un libro no?". Metidos en la harina de las ventas, surge una pregunta capciosa. Sabiendo cómo es, pero sabiendo también todo lo que ha vendido, ¿publicarían ellos El código Da Vinci? Beatriz de Moura responde sin pensárselo: "Nooooo. ¿Por qué? Porque es malísimo. A mí me encanta leer best sellers, pero este best seller es malo". Javier Santillán medita un segundo, duda y responde: "Tal vez lo editaría en un sello paralelo para poder publicar en Gadir lo que quiero".
1 comentario:
Una gran idea que debiera aplicarse aquí también, en España.
Saludos moscugaéticos.
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